Estaba en la feria artesanal que se hacía cada navidad en el parque, frente a la escuela de derecho de la Chile; era la hora de almuerzo, miraba la gente pasar frente a mi puesto, pero nadie compraba... aburrida a más no poder, hasta que por el centro del pasillo resaltaron unos ojos azules, grandes, los ojos más tristes y tiernos que he visto en mi vida, quedé prendada de ellos y ellos de los míos, no nos quitamos la vista ni pestañeamos hasta que su camino se perdió de nuestra visual... Una angustia tierna me contrajo ¿lo volvería a ver? los siguientes minutos me los pasé pendiente de que esos ojos divinos pasaran de vuelta, me podrían haber robado todo lo del mesón y yo no me habría dado cuenta, quería verme en esos ojos de nuevo y aún más, quería conocer al hombre detrás de ellos...
No volvió a pasar, pero lo encontré.
Tenía visto desde hace días un par de aros que me encantaban, ya tenía la plata y me los quería comprar, llegué al puesto de mi amigo, los saqué de su lugar y cuando los iba a pagar miré hacia dentro y ahí estaba él, mi nuevo príncipe azul tenía clavada su mirada en mí, otra vez!!! Sostenía en cada mano una baqueta, tocaba la batería en el aire, estaba tan sorprendido como yo... No sé qué hice qué dije qué pasó, pero tengo muy clarito que no fui yo, que las palabras se me atoraron en la garganta y si dije algo, tiene que haber sido una estupidez, seguramente me puse como tomate, no estaba preparada para verlo así tan de repente, había ensayado mil veces lo que diría si volvía a verlo, pero en otro escenario!!! la espontaneidad del momento, corto mis bríos. En definitiva no supe qué hacer! ante tal bochorno interno decidí pagar los benditos aros e irme lo más rápido posible, y lo hice, pero la historia no terminó ahí... él me siguió. Ya más calmada, contesté sus preguntas, hice las mías y quedamos para salir otro día... Mi príncipe de mirada azul era músico de corazón, pero estudiante de una carrera técnica que no le apasionaba para nada; le encantaban los gatos!!! Nacido y criado en Valdivia, totalmente comprometido con la política, sus discursos estaban llenos de pasión e idealismo adolescente... Lo admiraba, me encantaba escucharlo hablar, perderme en su mirada que me llenaba de pajaritos la guatita y la cabeza... Estuvimos juntos 10 meses, quizás un poco más... era inevitable el final, además de nuestra adoración por los gatos, no teníamos muchas cosas en común. Cada ciertos años me lo he encontrado, existe un cariño nostálgico que me llena de paz al volver a conversar con él. Las lágrimas que lloré por él valieron la pena, sobre todo porque para consolarme apareció en escena el amor de mi vida... El Alemán.

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