domingo, 9 de diciembre de 2012

La Yaya


Nací en un matriarcado, orgullosa estoy de las mujeres que han marcado mi vida, La Yaya es una de ellas… La Yaya, poderosa palabra.
Cuando éramos adolecentes mi hermano y un amigo, miraban hacia el cielo al nombrarla… como en el “Japening con Ja” cuando hablaban del “Señor Mandiola”…  La Doña era de temer, aguerrida, fuerte, una luchadora;  con un puro grito nos dejaba calladitos y haciendo sin chistar lo que nos mandaba… y pucha que tenía la mano pesada, uuuf…  pero al menos no tenía la manía de su madre, mi bisabuela, que lanzaba con lo que tuviera en la mano a quien la contrariara, una vez le dejó un palillo clavado en la cabeza a un tío… la yaya era más “civilizada”, sólo pegaba con la mano, (mi mamá por cierto, heredó un poco de las dos ). Desde chica que mi adoración por la yaya no tenía límites, recuerdo que mi peor pesadilla en esos años era que ella muriera, muchas noches me dormí llorando al pensarlo,  lamentablemente eso no cambió con el tiempo, sigue siendo mi peor pesadilla...  Hoy ella esta viejita, vulnerable y más adorable que antes, no grita, sus cabellos son canos (para envidia mía en gran abundancia todavía!!!); está más sensible, antes era dura… La rebauticé como “conchita de jabón” porque siempre está buscando algo que hacer,  generalmente algo “no permitido”…. Ayer le pregunté si había estado sacando helado del freezer, (en el piso, en la base del refrigerador habían manchas rojas de helado de frambuesa), me contestó que no, que no fuera habladora… la miré y tenía los labios rojísimos!!! Mi yaya aprendió a hacer “maldades” y a intentar puerilmente de esconderlas… ¿cómo no adorarla?

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